viernes, 22 de febrero de 2013

¿Yo, racista?



¿Yo, racista?

Lucha libre
Lucía Escobar
La Prensa del domingo cuenta que hay “brotes” de racismo en el deporte nacional.  A los futbolistas de apellidos indígenas y a los garífunas los insultan o los comparan con monos. Según el reportaje es algo común en los partidos. Los agredidos coinciden en que esto hiere sus sentimientos y ofende su dignidad. Los árbitros no hacen nada aunque constituye un delito punible. A algunos con solo modificar su  nombre, les cambia la suerte como al famoso Pin Plata, que podría llamarle a su autobiografía “Siendo Plata me fue mejor, la vida de Juan Carlos Puac, antes de la fama”.  O el increíble caso del destacado atleta Doroteo Guamuch Flores que cuenta que cuando ganó la maratón de Boston en 1952, tuvo que cambiarse el nombre “para comodidad de los cronistas que no podían pronunciarlo”, y así pasó  a llamarse Mateo Flores, nombre que hoy lleva el Estadio Nacional.  ¡Qué vergüenza ese racismo de Estado!  En Guatemala no hay brotes de racismo, hay un racismo completamente enraizado en la cultura, los chistes, el deporte, la sociedad, en el día a día del guatemalteco, en las aspiraciones de blanquear la piel, de aclarar el pelo, de hablar en inglés dentro de Guate, de estirarse de la nariz, de buscar en el árbol genealógico al abuelo español, en la vergüenza del apellido indígena, en la pena de la mancha mongólica, en el abuso de poder ante el otro, en el genocidio negado, en el “se te sale el indio”, en el “cuando era chiquita era canchita, en el  “hay que mejorar la raza ”. Aquí, no solo hay racismo, sino clasismo, esnobismo y negación. Todos somos racistas (menos yo, por supuesto).  @liberalucha
 >laluchalibre@gmail.com
http://www.elperiodico.com.gt/es/20130220/lacolumna/225001/

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